13.5.10

Cuando las fachadas hablan


“Van a desalojar en Portales con Libertad”, me cuenta Víctor Paiba por teléfono, representante de Comité de Refugiados Peruanos. Decenas de personas que acarpaban en el Parque Portales serán expulsadas de ahí. Al parecer el terremoto se ha manifestado en el casco histórico de Santiago, dejando sólo fachadas de hermosas casas y las grietas de un profundo problema habitacional.


Por Rocío Pérez Ruz


En el Parque Portales hay decenas de carpas, niños jugando, mujeres y hombres que conversan con un cigarro apoyado en la mano. Hay algunas cámaras y varios fotógrafos. Todos inmóviles pero tensos; el sol de la tarde, que acostumbra a relajar, esta vez no cumplía su función. Es que en Yungay muchas casas se desmoronaron, casas habitadas por decenas de familias quienes sub arriendan piezas y viven en condiciones de hacinamiento. Esta realidad, que es sabida por las autoridades, quedó literalmente al descubierto después del terremoto.

Me ardían los pies de tanto caminar con zapatillas baratas y la bola de fuego me pegaba directo a la cara. Mientras me sacaba los zapatos, le pregunto a un grupo de mujeres qué sucede aquí. “Pasa que se nos derrumbó la casa, está destrozada por el terremoto. Nos vinimos afuera porque pensamos que se va a caer”. La solución municipal no fue aceptada: alojar durante unas semanas en el estadio Víctor Jara, con servicio de hotelería pero sin poder trasladar todas las pertenencias.

Las mujeres parecieran muy acostumbradas a entregar la información. Miro a mí alrededor y veo a dirigentes de Andha Chile, del Comité de Refugiados Peruanos, estudiantes del Arcis y fotógrafos. Me acerco a Paiba para encontrarnos por fin. Nos saludamos y me explica que tuvo que venirse rápido porque hay orden de desalojo. La casa en donde vivían decenas de familias fue afectada por el terremoto. En el segundo piso están peruanos y en el primero chilenos.

La casa es blanca y enorme. Está adornada por algunos rayados y dos banderas enormes juntas; la de Perú y Chile. Extrañamente se instalaron divididos por la calle Libertad: a un lado están los peruanos y al otro los chilenos. En este momento están todos esperando que lleguen los carabineros a desalojar, dadas las constantes amenazas y rumores de ello.

El sol se esconde y algunas personas también. “No creo que desalojen hoy; por las noches es más complicado, viste que los niños están durmiendo” me dice Jorge Gonzáles, fotógrafo que estuvo toda la tarde esperando la acción. “Vuelve mañana temprano mejor, dicen que por las siete puede pasar”. Intercambiamos números y me fui. No volví en una semana a dicha esquina.


Yungay no se rinde


Jazmín y Miguel Ángel corren alrededor de un basurero. Agarran las hojas secas de las palmeras y simulan que son espadas, caballos y autos. Gritan y disfrutan de su niñez durante un naranjo atardecer en el barrio Yungay. Pareciera que a las siete de la tarde las personas son más felices: las parejas se besan en los pastos, ciertos jóvenes toman cerveza al ritmo afro del djembé y los mayores disfrutan la despedida del sol y el silencio de un barrio histórico.

Inspirada por el espectáculo natural-urbano camino en dirección al campamento. Escucho el “tum tum tum” de los tambores a lo lejos. Recuerdo las clases de danza afro, los ritmos que impulsan la fuerza durante las marchas y todo tipo de manifestaciones sociales. Ese ritmo que pareciera ser una expresión de la felicidad, del descontento, de la energía contenida y, a veces, de rabia por la injusticia.

Diviso a lo lejos la planicie de los pastos, la limpieza municipal y el recorrido romántico de los olores. Sin embargo, las carpas ya no están. No hay ninguna sola. Preocupada por lo que podría haber sucedido caminé hacia la primera persona que estaba saliendo de la casa esquinera. “Se vende pan a $100” decía el cartel. Abajo estaba Víctor.

Le pregunto a este hombre por qué no hay carpas y dónde están esas personas. Con sus ojos cafés y expresión calma, Víctor me cuenta que algunas familias decidieron volver a la casa, ya que había pasado el miedo, y otros aceptaron una suma de dinero por parte del Municipio para emprender rumbo a otras comunas. “Incluso un loco que vivía en la plaza recibió su platita y se fue pa’ la Santa Olga”, me cuenta.

Mientras conversamos afuera de la casa pasan vecinos y lo saludan, los niños no cesan de jugar y Jazmín le tira el pantalón “¡Papi! ¡Papi! ¡Papi!” le dice todo el rato. Juega con Miguel Ángel, que me toma la manga y me dice “mira tía, yo doy hartas vueltas” y se marea. Víctor parece acostumbrado al juego de los niños y continúa hablando.

“Yo trabajo en la Municipalidad y ahí me dicen que van a intentar mejorar mi situación. Nosotros queremos pagar un subsidio y postular a la vivienda básica. No queremos que nos regalen na’ pero allí me dicen que tenemos que organizarnos y movernos, porque la muni no va a hacer los trámites por nosotros”.

Recuerdo que la primera vez que fui me dijeron que la casa era sub arrendada y que el arrendatario estaba preso. Pero la verdad es que esa vivienda pertenece a Bienes Nacionales, por lo que esa institución debiera responder con algún subsidio para repararla. Esto porque el Barrio Yungay está declarado Zona Típica, Patrimonio Cultural y es reconocido por la Ley de Monumentos Nacionales, por lo que las inmobiliarias no pueden demoler las casas antiguas ni construir edificios altos. Eso implica dificultades para encontrar un terreno donde construir viviendas sociales. Además, cuando se da la orden de demolición es el propietario quien debe pagar los seis u ocho millones de pesos que cuesta esa operación.

Mientras le cuento esta información a Víctor, recabada en una extensa asamblea coordinadora de vecinos y organizaciones sociales hace unas semanas, se desconcentra y me habla de Cristóbal, su hijo. “Mira mi enano. Este es mi dios. Cuando a mi me preguntan cómo es que estamos vivos, yo respondo ‘por mi papito’” y abraza a su hijo de un año.

Me cuesta retomar el ritmo de la conversación, ya que los ojos hermosos y serios de Cristóbal me miran sin parar, como si leyera lo que pienso, como si desconfiara de mi aparición repentina en la casa donde nació, casa ahora destruida.

Víctor habla tanto de la casa que dan ganas de entrar a verla “Arriba viven los peruanos. Ellos están sin papeles. Yo no sé como van a postular a un subsidio. Porque hoy día abrí la libreta con veinticinco mil pesos prestados”. Lo miro y pienso en que si se organizaran y tramitaran en conjunto la solución para el subsidio, sería más fácil el asunto. Es así como ha funcionado en otras localidades.

Algunas personas salen de la casa y saludan. Víctor les dice a sus hijos “yapo Yazmín, déjame conversar con la señorita”. En eso un grupo de carabineros comienza a espantar a los chicos de los tambores y cervezas. El músico agarra su instrumento y se escapa discreto. Veo que el paco lo persigue corriendo y lo lleva con sus compañeros. “Hay que aperrar juntos”, pienso.



La conversación se alarga casi a una hora y soy presionada por el tiempo y los trabajos pendientes. Comienzo a despedirme de Víctor y el, adivinando mi preocupación central, dice “Pero no se preocupe, mire: yo voy a intentar conversar con todos para que escribamos la carta y vayamos a Bienes Nacionales. Si teniendo el apoyo de la Fundación Víctor Jara estamos más respaldados”. Confío en él y prometo volver para ayudar en lo que sea posible.

Al despedirme de los niños le doy un beso a Jazmín, Miguel Ángel y Cristóbal. Mientras camino Cristóbal mira fijamente con sus ojos castaños: pienso en la cantidad de historias que ocultan las fachadas del barrio y la realidad habitacional en Santiago. Sigo mirando la tarde bella hasta que me pierdo por Esperanza.

3 comentarios:

Joto dijo...

Muy buena crónica, tiene ritmo, contundencia lírica y pasión periodística.

awante!

LA FOCA PRODUCCIONES dijo...

Uno de los temas que nadie informa es el de la situación de los inmigrantes en Santiago, que son basureados por las autoridades y que merecen todo el respeto y cariño de parte de un pueblo hermano como el chileno.

Carlos R. Figueroa Valdés dijo...

se puso en practica mijita!
Muy bien por usted, una mujer inspirada y risueña que da con el formato peridístico.

Cariños por el puerto !